jueves, 10 de enero de 2008

Newark









Hace seis años no había leído nada de Philip Roth. Es más, tras hojear varias entrevistas me parecía algo pagado de sí mismo y excesivamente apegado a su condición de judío con la que, pensaba equivocadamente, martirizaba a sus lectores. "Qué le verá Muñoz Molina, con el buen gusto que tiene", decía yo. Ante la insistencia machacona de Ruiz Rico, compré Me casé con un comunista, para ir empezando. Hoy adoro a Roth, como cualquiera que se haya acercado mínimamente a sus novelas o sus relatos. Me faltan un par de títulos para darle la vuelta completa a su biografía, pero en este tiempo a fuego se han quedado marcadas dos historias: El animal moribundo y Pastoral americana. La última me entusiasma, pero la primera me arrebata. Y como buen apóstol, me he dedicado a ir pregogando las bondades de la literatura de Roth como un día hicieron conmigo. Hasta el cansancio, ya me conocéis.

El caso es que un día la cadena llegó hasta Mariana, periodista, mexicana casada con un gringo medio irlandés. Hace un año que vive en Boston y ahora se está dedicando a viajar por los States. Y en una de sus rutas, ha recalado en Newark, la tierra de Roth, el escenario de todo lo que le pasa a Kepesh y compañía. Allí se encontró con referencias de un pintor, Henry Gasser, en cada esquina. Así que como regalo, Mariana me ha enviado algunas imágenes del Newark que este señor pintó en las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado. Justo la edad de la infancia y la adolescencia del viejo judío. Poned en estos lienzos sus historias, veréis que pronto se os aparece la madre prudente, el padre trabajador, el hermano referente, las radios encendidas para saber qué pasa con Lindberg... Ahí va el regalo visual para los fieles de Roth.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo he leido Pastoral americana y me entusiasma también. Anoto el otro que dices para que no se me escape. :)

Preciosos los dibujos.