miércoles, 1 de junio de 2011

Eugenio, Mónica, Luis

Luis de Vega, Mónica G. Prieto y Eugenio García Gascón, en Segovia. / R. Blanco, segoviaudaz.es


En los años de facultad solía acumular en casa pilas de periódicos para recortarlos cada fin de semana. Todo lo que se hubiera publicado sobre Oriente Próximo, algo de Cultura, cualquier noticia que informara o reflexionara sobre el periodismo. Había de todos los tipos, colores y tendencias, los que compraba yo, los que traía mi padre, los que mangaba en la facultad, los que ya habían leído los compañeros... Me gustaba llegar a las portadillas de Internacional de Diario de Sevilla porque allí estaban, impecables, las crónicas de Eugenio García Gascón firmadas en Jerusalén. Muchas hojas amarillean ahora en casa de mis padres, con su firma abriendo; muchas fotocopias de sus reportajes han ido encartadas como anexos en trabajos de la carrera, siempre con el monotema a cuestas. Cuando fichó por Público le puse cara, lo desvirtualicé por su Balagán, su blog. Allí conocí su biografía. "Anda, el antiguo de Colpisa, con lo que me gusta...", me repetía. Eso ocurría en 2007. Hace ahora casi un año, me quise hacer vecina de Eugenio y de toda la trupe maravillosa de corresponsales españoles que reside en Jerusalén, y a él fui a pedirle ayuda. Fue el primero que escuchó mis dudas, mis miedos, mis ruegos. Ante un nescafé, en su terraza de Rehavia, con su perro jugueteando a mis pies. Eugenio escuchó -como siempre-, callado y concentrado, serio, como si fuera cosechando respuestas poco a poco. Luego, las regaló como suele, con una amabilidad que desarma, con una preocupación sincera impagable para quien empieza a gatear apenas. No sólo es que sea un hombre bueno, es que es el que más sabe, porque es nuestro decano en la zona. Y es tan generoso que no se guarda nada para sí. 20 años de vivencias a tu disposición. Pese a tanto recorrido, guarda la capacidad de sorprenderse, de indignarse, de entusiasmarse. Todo ayuda para que sea el eje, el patriarca de las quedadas del oficio en la ciudad, el que nos aglutina a todos.

Eugenio es noticia estos días porque ha sido galardonado con el Premio Cirilo Rodríguez, que lo distingue como el mejor corresponsal español en el exterior. Ahí está, junto a los grandes como él: Enric González (no os canso más, buscad unos cuantos post más abajo, ahí está la explicación de mi adoración plena y eterna), Manu Leguineche, Soledad Gallego-Díaz, Gervasio Sánchez, Ramón Lobo, Rosa María Calaf, Javier Espinosa, José Luis Márquez, Tomás Alcoverro, Evaristo Canete... Contra tantos quilates de buen periodismo, hay afirmaciones que sobran. Y que merecen una disculpa pública.

Reconozco que este año tenía el corazón dividido. Mucho cariño le tengo a los tres nombres seleccionados para la final: Eugenio, Mónica G. Prieto y Luis de Vega. Con Mónica tengo el privilegio (inimaginable hace apenas 10 meses) de compartir medio, Periodismo Humano, esa casa acogedora donde siempre hay calor y cariño y receptividad, el medio que me la ha puesto en suerte. Un honor poder llamar compañera a la que es una maestra desde que empezó a recorrer y contar el mundo. Tenía 19 años. Admiro su compromiso con los derechos humanos, su indignación con lo injusto, la firmeza de sus análisis, certeros y clarificadores. Y la amabilidad, de nuevo, con los que no tenemos ni idea pero queremos aprender. Luis de Vega es una firma que busco con ansia en ABC. Tan vivo en sus crónicas que palpas cada historia, escritas con una lucidez y un estilo envidiables. Sin conocerlo, lo quiero. Quizá por la sonrisa de mi amiga Fátima Vila (otra grande), gaditana como Luis, cuando lo describe como entrañable, divertido, servicial. Un buen tipo que contaba las cosas que a Marruecos no le hacían gracia...

Buenos periodistas que cuentan lo que pasa fuera, oficio puro, batalla diaria por informar desde lugares complicados para que luego nadie pueda decir "no lo sabía". Mientras haya eugenios y mónicas y luises, el periodismo estará vivo.