viernes, 24 de febrero de 2012

Cierra 'Público'

Hace un par de días me tocaba contar en la distancia la muerte de dos periodistas, Marie Colvin y Remi Ochlik, en Homs, Siria. Dos voces silenciadas que nunca más contarán historias. El cierre de un periódico no es algo tan definitivo, es una voz coral que calla, pero los reporteros y fotógrafos y diseñadores pueden seguir narrando a la gente lo que le pasa a la gente. ¿Sí? ¿Seguro? La crisis nos ha dejado tan pocas posibilidades que parece, hoy, que el fin de un medio es una condena de muerte para sus periodistas. ¿Dónde irán ahora? ¿Dónde encontrarán un altavoz para contar la vida? Sí, estamos en la era de las tecnologías, todo el mundo puede tener un blog, su twitter y esas cosas, pero ninguno de estos escaparates dan para la barra de pan y, maldición, los periodistas somos más humanos de lo que muchos creen y necesitamos comer para vivir, para seguir escribiendo historias.
Cierra Público y yo hoy pienso en esa voz necesaria, diferente, que dejará de resonar pero, sobre todo, en los amigos, en los compañeros que empezarán a pelear en la calle por un rincón donde hacer periodismo, ese medio tan extraño que han elegido como forma de vida. Para mí no es un periódico más. Ideologías aparte, Público es especialmente entrañable porque tiene en nómina a algunos de mis mejores maestros y amigos: Raúl Bocanegra, Olivia Carballar, Alicia Gutiérrez, Alberto Cabello, Ángel Munárriz, María Serrano y ese delegado, Antonio Avendaño, paisano con el que nunca he compartido redacción pero que tiene mucha culpa de que hoy me vayan bien las cosas, de que pisara esta tierra con el entusiasmo recobrado y con esperanza, perdida en los últimos años. Les tomó el relevo, aquí, el inmenso y adorable Eugenio García Gascón, nuestro decano. Inconcebible que le obliguen a parar la máquina de contar esta tierra.
Como lectora les debo emociones, indignaciones, mucho aprendido, mucho descubierto. Como profesional, lecciones magistralmente humildes de cómo se ejerce este oficio. Como amiga... eso no tiene cabida en este blog. Público, además, nació en septiembre de 2007, a la par que yo daba mis primeros pasos en Defensa, para las dos partes fueron días de júbilo y nervios y satisfacciones compartidas. Imposible no encariñarse con el rumbo de ese medio.
Hoy me duele la cabecera y me duelen los míos. Hoy querría tener dinero y montar ese periódico de ensueño (en papel, sí, en papel) y contratar hasta la eternidad a esos que hoy quedan huérfanos de patrón. Y pedirme el puesto de becaria para mirarlos de cerca, y aprender, aprender, aprender...
Confío aún en la justicia con los hombres y las mujeres que pelean en la vida, por eso aguardo un buen futuro para los redactores de Público, excelentes cronistas del día a día. Ellos lo merecen y el oficio los necesita. Larga vida a los buenos.

jueves, 19 de enero de 2012

Juanlu

Ya no sé si nos dijimos hola antes, en alguna quedada o cruce de saludos con Beatriz Romero de por medio, pero el primer recuerdo que tengo de él es el de una noche cómplice, en la Sala Villasís de Sevilla, a cada cual más espídico mientras nos empapábamos, casi memorizábamos, cada una de las palabras que iba pronunciando Carlos Llamas en aquel Hora 25 en directo. Mi madre me diría después: "Vaya muchacho más apañao". Era más que eso, como me demostró desde aquella noche: un compañero de sueños, de inquietudes, el reportero hecho carne. Un compadre con el que hablar incansablemente de periodismo y vida. De esas personas que, aún en la lejanía, aún con apenas un puñado de encuentros de por medio, sabes que son de los tuyos. Feeling, dicen los modernos. Comunión, prefiero yo. Idealista pero no voluntarista sino voluntarioso, fue dando pasos en el oficio, sin olvidarse de sus principios y valores, hiciera lo que hiciera en cada fase. Nunca compartimos una redacción, ni una rueda de prensa, apenas los pasillos de la facultad, pero él, que nunca dejó de seguirme los pasos (nunca), propició que, al fin, a los diez años de aquella primera toma de contacto, nos convirtiéramos en compañeros: una de esas cadenas maravillosas de las redes sociales me puso en línea con Patricia Simón, subdirectora de Periodismo Humano, una historia que interesa ("¿Podrías escribirla para PH?"), una confianza que cuaja, una colaboración que me regalaron entre los dos. Ya era hora, Juanlu, ya compartíamos cabecera, y qué cabecera. La soñada. Luego, un año y medio de historias contadas. Hoy Juanlu cierra edición en PH y me he dado cuenta de pronto de que nunca le di las gracias realmente por abrirme las puertas de la web, por permitirme estar cerca. Es el momento. Gracias por ser un buen compañero, por el aliento, por los ánimos y la complicidad. Gracias por crear de la nada ese medio que me da altavoz para las historias que siempre soñé contar. Y gracias, como lectora, por hacer periodismo del bueno, del mejor, desde la denuncia, la solidaridad y el compromiso. "La vida tiene forzosamente que ser generosa con los que tanto luchan por confiar en ella", le decía Carlota Bruner al capitán Xaloc en La piel del tambor, de mi idolatrado Pérez-Reverte. Confío ciegamente en ello, en que a los buenos, a los que pelean, les llega su momento y su recompensa. Aún quiero pensar que hay justicia en el mundo. Por eso no te deseo suerte, sino justicia, la que merecerás por el trabajo que, sin duda, acometerás de ahora en adelante con igual tesón y entrega. Donde sea. Te seguiremos los pasos allá donde vayas. Ahora, además, con el orgullo de haberte podido llamar compañero. Te echaré de menos.