miércoles, 19 de marzo de 2008

El corazón tiene razones...

Aviso para progres de posturita: lo que viene a continuación es un homenaje a la Guardia Civil. Al que no le atraiga la idea, con dejar de leer tiene suficiente. Esta mañana me he llevado la alegría de ver la portada (y el editorial) de ABC, en la que se ensalza el trabajo del sargento Molina (o Movina, que cada medio lo escribe a su manera) en Mitrovica, Kosovo, cuando resultó herido al intentar proteger a un militar ucraniano de las esquirlas de una granada. El guardia llevaba su chaleco antibalas y, cuando vio que su colega iba a pecho descubierto, se tiró sobre él, a modo de escudo humano. No pudo evitar que muriera horas después en el hospital, pero lo intentó. Porque eso y no otra cosa hace la Guardia Civil: no está para joderle la vida al personal poniendo multas, ni para infundir miedo. Hay que ser idiota para pensar con la mente del pasado y creer que es aún lo que un día fue por obligación: correa de un régimen, brazo ejecutor de un dictador. Ni por asomo. Los guardias son currantes, padres de familia, inmigrantes incluso, que cobran un 80% menos que un municipal de Huelva aunque se dediquen a la lucha antiterrorista. Gente dispuesta a irse con 22 años a buscar etarras en Francia (Centeno, Trapero), aún a costa de que te peguen un tiro. Sí, trabajadores bien formados que evitan que la droga entre en este maldito país y consuma a su gente, que protegen el monte de cazadores furtivos y especuladores varios, que vigilan la carretera para que no te mates ni mates al de enfrente, que ponen paz en pueblos que se levantan en armas contra la familia calavera, que atienden a la mujer maltratada, que desactivan explosivos y se la juegan, que persiguen al que se enriquece de la nada, tipo Marbella. Los de verde ya no gastan bigote aterrador ni son indocumentados de gatillo fácil y guantazo (si es que un día lo fueron, todos, que ya basta de generalizaciones). Están aquí para que los demás podamos vivir medio en paz, como el camarero está para hacernos agradable la comida, el conductor para llevarnos del punto A al punto B y el electricista para que no nos falten luces, si no en la cabeza, al menos en casa. Tras este discurso sólo hay una hija del Cuerpo a la que un periódico le ha arrancado una sonrisa, aunque fueran las ocho de la mañana. Sea por las horas quemadas por mi padre al pie del cañón por ti, por mí, por todos y también por ti... si me permiten que le robe para otra cosa los versos a Blas de Otero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayyy, cómo se nota tu corazoncito!!!! Me acabo de acordar, por eso de la familia,del día de los ladrones en tu casa, jajajaja, y el choque con el árbol (que ya me hace menos gracia). jajaja

Unknown dijo...

Ostras Oli, qué noche, haciendo el tonto delante de casa sin poder entrar, parecía un paseíllo cómico que decía mi abuela. Que agobio niña. Y el pobre coche ni se quejó... ¿Tu te acuerdas que acabamos en tu casa viendo a las seis de la mañana una peli de Sidney Poitier? Era una de Mr. Tibbs, pero no sé cual de las tres o cuatro que tiene, de eso se acuerda el asturiano. Entre los nervios y el sueño no me enteré de quién era el asesino... A ver si hacemos un cineforum en tu casa o en la mía y lo aclaramos jajaja

Unknown dijo...

QUE VIVAN LAS CIVILERAS! (O sea, nosotras, guapa). Entrada de las que hacen época. Al que no le guste que no mire. Pobrecillos, que los prejuicios no les dejan ver. XXX