sábado, 15 de enero de 2011

Lama

Aquello del mendigo no tuvo nombre, hay sábados que tiene más comentarios machistas que goles canta, y cuando le sale el ramalazo madridista y raulista me pone de los nervios... pero es Lama, es Manolo Lama. No hay más que decir. Que los amores de adolescencia son complicados de curar, y él es uno. De los fuertes. Tengo un anuncio publicado en 1993 en la revista Tiempo en el que ya aparece con sus dos colegas, Paco González y Pepe Domingo Castaño, y que durante años ha decorado mi carpeta del instituto (por dentro, que por fuera iba un artículo del Jefe en una cara y una foto de Ciudadano Kane en otra). Los primeros Carruseles, el enganche ya nunca perdido al fútbol... Él tiene buena parte de culpa. Hoy sueño con entrevistas muy diferentes, y cuento cosas que nada tienen que ver con el deporte, pero en su día, con 14 años, mi meta era Lama. Fue mi primera entrevista frustrada. Tania -una compañera de clase, que también se tituló luego en Periodismo- y la que suscribe quedamos con Lama en el Sánchez Pizjuán, un día que vino con el Madrid, pero la seguridad del estadio acabó con nosotras: nos echaron de la puerta de prensa, nos chillaron, nos ningunearon. Acabamos en la grada con nuestra entrada, en el gol sur, encaramadas a una verja con una libreta enorme en la que le mandábamos mensajes a los compañeros de Radio Sevilla para que avisaran a Lama, que estaba en la pecera de al lado, de que allí estábamos. Aquello fue una locura imposible. Nunca se lo confesé a Florencio Ordóñez ni a Manolo Aguilar, los que radiaban aquel día, no les dije que yo era una de aquellas locas. Me callé, allí sentadita en Informativos, admirándolos de lejos, como a todos sus compañeros. Si vosotros supiérais las tontadas que ha hecho vuestra colega la becaria... El pobre Lama se disculpó 500 veces, pese a que no fue culpa suya. No desistimos. Lo intentamos en el partido Betis-Atlético. No lo mandaron entonces. Pero la excusa fue perfecta para conocer a David Alonso y Antonio Ruiz, y tenerlos por amigos durante años. A Lama sólo una vez lo he visto. De lejos, enganchado al teléfono, en la redacción central de la Ser. En una tarde de nervios y expectativas. Entonces tenía diez años más y otros quebraderos de cabeza. Y un nuevo reto inalcanzable. Como Lama. Pero una meta y otra la seguiremos peleando. Mientras, me conformo con que ese hombre adorado haya vuelto al redil de los amigos. Aunque sé que es en una casa que no es la que fue mía. Qué bueno tener a la familia reunida, aunque sea en la distancia.

2 comentarios:

Nacho González dijo...

Qué arte, nena, qué arte!

Irene dijo...

Jajajaja... lo comparto. Estabas y estás como una CABRA