La gloria del periodista solitario es un embuste. Siempre he pensado que, pese a la firmitis generalizada que ensalza lo contrario, ejercemos un trabajo de equipo. Todo luce mejor cuando elaboras una información junto a un plumilla de valía aunque a veces, cuando por compañero te pilla un torpe o un creído, puede ser la ruina. Doy fe. Y no eres nadie sin un buen maquetador, un buen diseñador, un buen equipo de cierre. Quizá una de las cosas que más añoro en esta etapa institucional son esos momentos de conexión total con un compañero, y sobre todo con los fotógrafos, los chascarrillos en común, los capotazos que te lanzan cuando no sabes cuál es la pregunta correcta, el tono correcto, y ellos salen al frente con una de sus ideas, sus bromas, su sencillez. De todo hay como en botica, pero creo que en el camino he encontrado a gente genial. Unos, por ser maestros (Aparicio, Cazalla, Abad, Pérez Cabo, Japón, Juliá); otros por ser cómplices (Acedo, Barrera, Pepo, Estrada, Díaz, Ortega, Zapata, Hernández, Juanma); otros, por ser amigos (Cabello, Cuesta, Cousinou).
Los viajes en coche, las esperas por la agenda enloquecida, las sesiones de posado en las que ridiculizas al poderoso sin que se entere y ensalzas al humilde con una mirada. Las ayudas para poner el flash, las explicaciones de última hora sobre qué narices buscamos con el reportaje. Los cabreos cuando faltan caritas, los abrazos cuando se da con la foto de portada. Las interminables discusiones sobre los males del oficio, porque eso sí, del gremio son los que más se quejan, y con razón, que por algo son los más pisoteados. He tenido el honor de firmar páginas que se comen al lector con una foto espectacular, he tenido la pena de cortar obras de arte por la maldita dictadura de la maqueta. Los he visto correr, caer y levantarse, conducir como Alonso (Fernando, se entiende, el único que recuerda este país forofo), estar en tres sitios a la vez, escalar ventanas y vallas, tirarse al suelo, parar el tráfico, abrazar a una maltratada, acariciar a un niño, reconfortar al enfermo, meterse en la boca del infierno y salir con la sonrisa de lobo. Lo tengo. Lo tenemos. Ahora tocaba estar a la altura, escribir decentemente.
No todo es bueno, lo sé, miles han sido los cabreos con mis compañeros. Pero es el roce diario. Algo pasajero cuando sucede con gente buena, inquieta, lista y con conversación (fundamental eso). Cuatro meses sin vosotros ya van siendo demasiados. Y encima no sé disparar una mala foto... Se les envidia. Se les quiere.
P.D: la foto es de Pepo Herrera, de los pocos con una web apañada para que podamos seguirle la pista... Pertenece a su serie sobre Bermejales, el poblado chabolista levantado por el Ayuntamiento de Sevilla a golpe de billete en la pasada legislatura. Una vergüenza que sólo Pepo llegó a tiempo de fotografiar. http://www.pepoherrera.com/inicio.html
P.D. 2: espero no haberme olvidado de nadie... Si es así, van mis disculpas por anticipado.
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