Ha muerto Fernando Fernán Gómez. No era ni mi actor ni mi autor de culto, pero aún así el teletipo me ha dado una punzada, como un aviso de que las cosas buenas al final siempre se acaban. De que en este país no van quedando más que mediocres. Nunca me gustaron sus salidas de tono, pero con novelas como Capa y espada, puro XVII, reconozco que me parecían menos reprochables. Me quedarán retazos del Esquilache que me pusieron de pequeña en una clase de Historia, de El río que nos lleva (en los tiempos en los que me dio fuerte por José Luis Sampedro), y sobre todo del maestro rojo de La lengua de las mariposas. Qué regalo de Cuerda...
A eso se suma, desde hace un minuto, el recuerdo de este artículo que han tenido a bien colgar en la web de El País, un homenaje a los libros que rezuma ternura, aún más cálida, más sentida, viniendo de un tipo con semblante avinagrado de por vida. Es la mejor despedida que se le puede brindar. Aquí la lleváis...
1 comentario:
Hermoso el artículo, sí, pero está incompleto. Quien tenga clave de El País que lo vuelque. Por favor. Me recuerda a la frase de vuestro Reverte: "Hermosos y nobles libros, fieles no a lo que creen que hacen los hombres, sino a lo que los hombres sueñan". O algo así, creo. Bastante tengo con acordarme del Derecho Romano.
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