De no invertir más, se tardarán 1.100 años en desactivar los 167 millones de minas plantadas en 78 países
MARICEL CHAVARRÍA. La Vanguardia
Han pasado diez años desde que en Ottawa se aprobara la Convención que prohíbe usar, almacenar, producir y transferir minas antipersona, y que obliga a destruir arsenales y a financiar el desminado de campos, así como la rehabilitación de afectados (medio millón, nada menos). Han pasado diez años y si bien más de 150 países han firmado el tratado - España destruyó sus 850.000 minas en el 2000 y retiró las que almacenaba EE. UU. en Rota-, casi 40 Estados siguen sin suscribirlo. Entre ellos, tres gigantes con derecho a veto en el Consejo de Seguridad: EE. UU., Rusia y China, que reúnen el mayor arsenal del planeta. Han pasado diez años, los países productores ya no son 50 sino 13; se han eliminado unos 90 millones de unidades, y se ha reducido enormemente el comercio (el legal). Pero ni la mediática Lady Di en su cruzada por los mutilados ni las 1.400 organizaciones que trabajan para erradicar las minas han logrado cambiar el diagnóstico de la ONU: con el actual ritmo de financiación se tardarán 1.100 años en desactivar los 167 millones de minas plantadas en 78 países. Ante semejante panorama, no es gratuito acercarse a las víctimas de ese desaguisado de las guerras modernas, que incumple flagrantemente el Derecho Internacional Humanitario. Con el apoyo de Intermón Oxfam, Médicos sin Fronteras y Manos Unidas, el fotoperiodista Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) lleva más de una década fotografiando la verdad humana que se esconde tras las cifras. Los niños y adolescentes de sus fotos, cuyas vidas quedaron cercenadas cuando de camino al colegio, recogiendo leña o cultivando café les estalló una mina, son hoy adultos. Sofia Elface vive en el campo, a 40 kilómetros de Maputo. A punto de cumplir los 25, tiene dos hijos cuyos padres la dejaron y sueña con estudiar medicina. Cruzó junto a su hermana un corredor minado que protegía un campamento de ingenieros italianos. Tenía 11 años. Su hermana no sobrevivió. "Quisiera ayudar a mi familia en el campo, pero ni siquiera puedo correr tras mis hijos", explica. "A la pequeña la llevo al colegio porque está cerca. Yla baño, la cuido". Hasta lograr que en Barcelona se le renovaran las prótesis, Sofía había resistido siete años y dos embarazos con las mismas. Crecía, engordaba, pero las prótesis eran pequeñas. En su país no quedan. "En esa década - asegura Gervasio Sánchez-, se ha dejado de lado el espíritu del tratado: ayudar a las víctimas. Esa gente tendrá que cambiar de prótesis entre 20 y 25 veces a lo largo de su vida. ¿Quién las pagará? ¿Quién les asiste psicológicamente? Desde Ottawa sólo se ha dedicado un 10% de lo necesario para la atención y rehabilitación. No se trata de ex heridos, son víctimas para siempre", dijo durante la presentación en Barcelona de su libro Vidas minadas. Diez años.Le acompañaban tres de las personas afectadas. Sokheurm Man, activista de la campaña internacional para la erradicación de las minas, fue herido en 1996 de camino al colegio. Su mejor amigo murió en la explosión. "No quiero hablar del pasado, duele. Hablemos del presente, de cómo hay que presionar a los gobiernos que aún no han suscrito el tratado para que el mundo pueda ser un lugar pacífico". Sánchez va más allá: "Si Occidente no fabrica minas es porque es imposible competir con China e India que las hacen muy baratas. Y es un escándalo que el gobierno español hable de alianza de civiliaciones y permita que se doblen las ventas de armas. Estamos entre los ocho grandes exportadores, estamos en la Champion´s League!"
Y éste es el pie que ilustra la foto (de Reuters/HO/Gervasio Sánchez): Hace ahora 10 años, el entonces adolescente Sokheurm Man regresaba del colegio junto a su mejor amigo a la aldea camboyana en la que habitaba, cuando una bomba antipersona cambió y sesgó su vida para siempre. En la imagen, Man hace 10 años junto a su padre, en una de las fotografías de la exposición de Gervasio Sánchez "Vidas Minadas: Diez años después", que estará en el Instituto Cervantes de Madrid hasta el 27 de enero.
1 comentario:
Perdona que te recuerde lo que hace ese Gobierno que ahora te paga: "El Gobierno fabrica artefactos letales contra la población civil y a la vez trabaja para limpiar restos de los ataques de Israel a Líbano". Algo así cuenta hoy Público en referencia a las bombas de racimo. este país de cuchipandeo y buen rollito también está en la pomada. A leer y a saber:
http://www.publico.es/espana/024278/espana/bombas/racimo/guerra
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