He pensado mucho en escribir o no, porque sé que ésta que estáis leyendo puede ser la entrada más personal que haya colgado hasta ahora. Pero bueno, si este blog no es más que un desahogo nadie me lo tendrá en cuenta. El número, ese 205 que encabeza el post, es el de guardias civiles asesinados por ETA en toda su historia. Como hija del Cuerpo he sentido muchas de esas muertes en mi casa como si el que estuviera en el féretro fuese uno de los que tantas horas de servicio se han pasado con mi padre. Uno de los nuestros. Mi propio padre. Los silencios, las comidas en las que cuatro niñas callan para dejar oír un informativo tristísimo, la rabia. Y Vic, sobre todo Vic, los chavalillos que jugaban en el patio, como yo, como mis hermanas. Quizá para mí ese crimen está por encima de Miguel Ángel Blanco, de los sevillanos (Becerril, Ascensión, Cariñanos), de Hipercor, de Ordóñez y de Lluch.
Estos días, con el asesinato de Raúl Centeno y Fernando Trapero, son muchos los recuerdos que se remueven. Entiendo que para quien lo ve desde fuera son dos muertos más, pero no para mí. No es una cuestión de patrioterismo barato, no es una cuestión de exaltación del honor, no es conservadurismo: es cariño por el uniforme. Y eso no se puede borrar con los años, ni con la reserva, ni con poner los pies fuera de un cuartel. Uno se educa en los valores de entrega y constancia, de servicio público. Y aprende a querer a los guardias de verde que a algunos de los míos les dan tanto miedo. Por eso sabemos que cuando ETA o quien sea nos mata a uno, mata lo mejor que tiene este país cainita. Mata al que ayuda, al que vela, al que vigila, al que protege. Dice el himno: "Viva honrada la Guardia Civil". Pues que viva.
P.D.: Y para no perder las buenas costumbres, os dejo una foto histórica que hizo William Eugene Smith en el año 51 cerca de Barcelona. Un maestro
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