Quino.-
"Buenos días, señorita. Nos vamos a llevar bien usted y yo. Me gusta la gente madrugadora". Aquel abuelete reconcentrado sobre su bastón, elegante, sonriente, de ojos brillantes y joviales, se puso en pie en cuanto entorné la puerta del aula. A su lado estaba su nieto, más o menos de mi edad, su otro bastón, el más necesario. Lo demás eran sillas vacías, a la espera de que en tropel llegaran, somnolientos, los alumnos de aquel curso. Iberoamérica, la democracia amenazada, rezaba el título. Era verano, era julio de 2003, y estábamos en mi refugio, San Lorenzo de El Escorial. No podía creer que Raúl Alfonsín, el presidente que llevó las riendas de Argentina de 1983 a 1989, el presidente al que hoy entierra su país, fuese también un caballero entrañable, educadísimo y cercano. Acudía como ponente, pero su conferencia era una excusa para asistir como un alumno más a aquel seminario, maravilloso por otro lado. Fue un compañero más de los 90 que cursamos aquellas clases, uno más de los que comían en la terraza del Felipe II con la brisa de la sierra; hasta se enfadaba si se le ayudaba con la bandeja. Nunca fue a comer al salón de los ponentes. Allí, con su menú a seis euros, se lo pasaba mejor que con Leonel Fernández, Ernesto Samper o Eduardo Frei.
Nos habló de su obsesión por devolver el poder a los civiles, tras años de mando militar, de sus intentos de mediar con Chile y Gran Bretaña, de sus noches sin dormir por la mala situación económica del país. "Ya no sabía qué hacer", dijo muchas veces. Recuerdo dos autocríticas especialmente: cuando reconoció que la reforma constitucional se le quedó colgada (decía que su mandato estuvo demasiado cercano al gobierno autoritario como para encontrar colaboradores para el cambio, y optó por la estabilidad) y cuando firmó la ley de punto final. "Había que pasar página, no quería el olvido, sino que creí que era la forma más justa de apostar por el futuro en ese momento", rescato en mis notas de entonces. No vivo en Argentina, no sé si a este lado hemos engrandecido la figura de Alfonsín. Sólo sé que esos días le cogí cariño, que me pareció una persona entusiasta pese a los años, volcada en enseñar a los jóvenes y dispuesta a recordar hasta lo que no quería. Sabedor de su papel. Conocer que ya no está me generó la tristeza de saber que los tiempos de los quijotes, las transiciones y los valientes se ha acabado. Ahora nos tocan los años de los blandos, los trincantes y los mentecatos.
10 comentarios:
Pendeja, que no haces mas que poner links en estos dias!!! Dime que has estado en tu luna del norte y entonces te disculpare...
Besos (entranable entrada)
Me has removido las ganas de retornar a Argentina. Llevo días así, desde que vi la muerte de Alfonsín. Creo que, aunque el personaje no fuera tan bueno o tan grande como lo pintan, para ti debe ser un honor haberlo tenido cerca esos días. Conserva ese recuerdo, porque es un tesoro.
Me alegra tu retorno brioso
¿Sabes que estuve cubriendo una rueda de esas jornadas? ¿No estuvo un periodista mexicano hablando de narcotráfico? Me suena, me suena...
Precioso relato de lo que creo que debió ser una gran experiencia para ti. La Historia suele poner en su sitio a los gobernates, pero en mi opinión, entre los hijos de puta que hubo antes y los payasos y/o chorizos que vinieron después, este hombre se ganó un lugar decente. Imagino que intentarías exprimirlo como un limón cuando lo tuviste cerca. Tienen razón por acá arriba. Un día sin escribir y nos pones tensos. Un beso, hermana.
(Por cierto, hoy sí que te has sobrado en mi casa. Te lo agradezco, pero hay elogios que me vienen grandes).
Si era un gran tipo Alfonsín y uno de los mejores presidentes que tuvo Argentina (si es que tuvo alguno). Fue muy impresionante ver las colas interminables en el velatorio, estoy un poco sorprendido.
un abrazo porteño para vos
Juan
Adivinad quién ha cedido ante el poder de Facebook!!! Has tardado en ser conquistada más que Zamora, jajaja
san Peckinpah dice:
No hay nada como quedarse muñeco para que te hagan un retrato de lo más favorecedor. Claro, como te estás quietecito... ¡Qué mala suerte vivir en estos tiempos de blandos, mentecatos y mangantes! Una lástima que la época de los duros, los héroes y los íntegros haya estado siempre por llegar. Cuidadín con las mitificaciones. Esto que he escrito igual se entiende mejor cantando:
http://www.youtube.com/watch?v=T0kTiKCC3UI&feature=related
SALUD
No pongo en el pedestal a los de entonces, San, pero me parecen algo más dignos que los de hoy. Te he dicho que no creo que sea TAN grande como lo pintan. Sólo tuve una percepción, muy personal y muy breve, pero con ella me quedo. Y gracias por el enlace, eh
San, ¿mito? ¿Alfonsín? Creo que lo que se lee por aquí es que era el tuerto del país de los ciegos. Eso hace que alguno al que le toque más de cerca, extrañe lo mejor que ha pasado por la Casa Rosada, lo cual no quiere decir que sea realmente bueno.
Mi compañero Claudio, argentino, me ha regalado este artículo que matiza muchas cosas. Creo que os interesará después del debate generado:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-122570-2009-04-03.html
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