lunes, 7 de abril de 2008

Meung, 1625


Hoy es el primer lunes del mes de abril. Tal día como hoy, en 1625, un joven gascón entraba en el burgo de Meung portando los tres presentes que le había regalado su padre, el señor D´Artagnan. Iba camino de París, dispuesto a convertirse en mosquetero del rey, pero se entretuvo en la pequeña villa por un pequeño encontronazo. Nada de importancia, un roce con el señor Rochefort que le tuvo días en cama y que le permitió, entre sueños y fiebre, conocer a Milady. Sólo el diablo sabía lo que le traería el encuentro al pobre chaval. Bien nos lo pinta monsieur Dumas, relator de su historia: "Un joven..., pero hagamos su retrato de un solo trazo: figuraos a don Quijote a los dieciocho años, un don Quijote descortezado, sin cota ni quijotes, un don Quijote revestido de un jubón de lana cuyo color azul se había transformado en un matiz impreciso de heces y de azul celeste. Cara larga y atezada; el pómulo de las mejillas saliente, signo de astucia; los músculos maxilares enormente desarrollados, índice infalible por el que se reconocía al gascón, incluso sin boina, y nuestro joven llevaba una boina adornada con una especie de pluma; los ojos abiertos a inteligentes; la nariz ganchuda, pero finamente diseñada; demasiado grande para ser un adolescente, demasiado pequeña para ser un hombre hecho, un ojo poco acostumbrado le habría tomado por un hijo de aparcero de viaje, de no ser por su larga espada que, prendida de un tahalí de piel, golpeaba las pantorrillas de su propietario cuando estaba de pie, y el pelo erizado de su montura cuando estaba a caballo".

Andando abril, el muchacho conocerá a Athos, Porthos y Aramis, a Treville, a Richelieu, a Ana, a Luis, a Buckingham, a Constanza... Ya os sabéis la historia. La más grande jamás contada en un puñado de cuartillas. Luego pasaron 20 años y llegó a su vida un vizconde de Bragelonne, y vino la muerte en el sitio de Rocroi. Pero eso fue muchas, cientos, miles de páginas después. Hoy rescato el ansia nueva de recorrer mundo con ese jamelgo flaco que le dio su padre, porque sé que al final del camino le esperan el honor, la inteligencia y la bondad, las armas de sus tres amigos. Así llevan ya 383 años, cabalgando juntos, bebiendo juntos, luchando juntos. Vivos para siempre, un lunes de abril más. Me voy a por una copita de vino de Anjou (sin veneno, eh) para celebrarlo.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Niñuca, no tienes remedio...

Unknown dijo...

Ay, he estado malito y me he puesto a leer El caballero Hector de Sainte-Hermine. ¿Seguro que es de Dumas? No le llega a la altura de los zapatos a Los tres mosqueteros. Bueno, por lo menos me ha entretenido entre golpe y golpe de fiebre. Ay, que malito que estoy y qué poquito me quejo

Unknown dijo...

Yo acabé la pasada semana "La compañía blanca" de Doyle. Llevaba sin leer nada de este autor desde que tenía 15 años y un artículo de Savater sobre novelas de aventuras me descubrió ese título. Reconozco que no está mal salir de la llamada literatura "seria", tan filosófica y compleja, para dejarse arrastrar por la acción. No pasa nada por dejar a Kundera por unos días.
P.D.: Lo que no quiere decir que lo tuyo no sea patológico

Unknown dijo...

Es bueno mirar a los años de la infancia de vez en cuando

Unknown dijo...

Me sumo con toda mi alma a ese brindis. A reporter: no estamos hablando de la infancia, sino del hoy, del ahora, porque esos libros nunca nos han abandonado. Pobre del que no se sienta un poco niño todos los días, aunque el DNI lo desmienta. Salud