La tiranía de la maqueta

La maqueta es mala, pérfida, como el Señor Maquetero. Nos encorseta, nos hace sudar tinta, nos aprieta el cinturón y la pluma. ¡Malditas aperturas a tres! ¡Malditos faldones imposibles! A veces te hace desistir, rendirte, agotada. Pero hay que volver de nuevo a la pelea; nunca se ha visto un periódico sin titulares. Hay que llenar la caja. Lo malo es que, últimamente, además de mala malísima, la maqueta tiene ganas de guasa. Por ejemplo: va una a escribir de lo putas que lo pasan algunos inmigrantes en esta ciudad y van y le copian una maqueta con un titular prestado que habla de los beneficios de Telefónica del año pasado. O te pones a croniquear un discurso de Pitarch y te salta un pie de foto de una protesta contra la guerra de Irak. O estás a punto de arrancar con el pleno municipal y ahí está, ole, la foto de Sara Baras, la señora que me permitió cruzarme en directo con don Iñaki (Gabilondo, no Anasagasti) un septiembre de hace... ufff. Lo peor es cuando vas a poner la firma en tu pieza y te encuentras un "Raúl Bocanegra. Sevilla". Ay. El amigo que se fue lejos. A triunfar, pero lejos. Joder, y ahora me ponen "Patricia R. Pagés. Sevilla". Jo. No vale. La maqueta de la cumbre España-Marruecos. El día del asalto a la valla de Ceuta (cómo se repiten las historias...). El día de Piriz. El día en que conquistamos a Javier Valenzuela. El día de los "legionarios irregulares". Ay. Qué mala, qué traicionera. Nunca os fiéis de la maqueta.