La desaparición de Marta del Castillo nos ha legado otro nuevo roce entre periodistas en Sevilla. El viernes su padre y su tío comparecieron en rueda de prensa y volvió a saltar la chispa. El motivo: cuando más detalles, más matices, más información estaba dando la familia de la chica sobre el caso, llegó la pregunta de siempre. "¿Y cómo estáis llevando estos días de angustia y de búsqueda sin resultados? ¿No estáis desanimados?". Ante semejante pregunta, dura por su formulación, evidente en la respuesta, Antonio, el padre, reaccionó como se esperaba, llorando y desconvocando la rueda. La chica del interrogante fue la reportera del programa de Ana Rosa Quintana, quien le soplaba la cuestión por el pinganillo, en directo. No sé si la culpa fue de la jefa, que presionaba sin cesar ("Pregunta cómo se sienten, pregunta, haz sangre, hazlo llorar"), de la reportera, del formato de su programa o de la audiencia. Lo que sé es que acabó con el trabajo de una cincuentena de periodistas más. Casi todos, claro, le reprochamos el detalle. No hubo casi tiempo, porque la niña se quitó de enmedio bien rápido. Cuando nos marchábamos de la calle Argantonio, el productor de AR salió de su unidad móvil y, con mucha sorna, dijo a los compañeros de ABC, Diario de Sevilla, El Mundo y 20 Minutos (más la que suscribe): "Adiós, periodistas de verdad. Ahí va la buena prensa". Lo que logró es que nos sintiéramos orgullosos. Sí señor, lo somos, ¿y qué? No es cuestión de montar una guerra, pero desde luego los cinco levantábamos la cabeza con dignidad después de cinco días cubriendo el caso Marta. Otros, como él mismo, no pueden hacerlo. Hay programas de la llamada televisión amarilla que tratan de mantener el tipo y, sobre todo, hay redactores, camarógrafos, editores y productores que cada día tratan de hacer un trabajo digno. Que es desde arriba desde donde les dan la orden de sangre, lágrimas y vísceras, es posible. Pero otros van a degüello. A por ellos. ¿Que sufren? Pues que sufran, más audiencia. En estos días hemos tenido la cara buena, la del compañero que logró testimonios e imágenes que los demás no teníamos (porque es verdad que llegan hasta el fin del mundo), y que nos las cedió encima, y la mala, la del que te rompe una rueda y te deja con cara de tonto. Por cierto, que es la segunda metedura de pata a la que asisto por parte de los chicos de AR, que ya nos fastidiaron un juicio por sacar, uno a uno, los rostros de todos los miembros del jurado popular... No creo que sea ellos y nosotros, que unos sean los malos y otros los buenos, sobre todo porque muchos colegas lo único que hacen es ganarse el pan, y tragan porque no queda otra. Pero esa frase, ese gesto del productor... Queda demostrado que hay quien, con una sonrisa de hiena en los labios, se cree que hace periodismo. Y dormirá tranquilo y todo por las noches...