Tal día como ayer, hace un año, estaba en Madrid entrando en un despacho vacío, arropado por un enorme escudo de España y con vista al maldito Santiago Bernabéu. Los ordenadores, la tele, los archivadores, mis fotos... Eso llegó después. Era día de
funeral, así que ni jefes había en la planta. Día de pasos atropellados, de no saber qué tecla tocar, a quién preguntar, qué decir. Día de recelo aún a los uniformes, a los políticos, a esa especie extraña que son, que somos, los "asesores". Era el primer día de ocho extraordinarios meses. Ayer, un año después, fueron bien distintos los
asuntos que me tuvieron ocupada. He vuelto a la trinchera correcta, lo sé, pero echo de menos la de enfrente o, mejor dicho, a los que me hicieron tan sencillo trabajar allí. Añoro a los de la Sexta -la sexta planta del
minisdef, quiero decir-, y también a los que llamaban, pedían, comprendían. Ha pasado un año muy largo y muy corto al tiempo, intenso, feliz, nervioso, cambiante. Un año de muchas novedades, de regalos, experiencias, viajes. Ha sido un tiempo bueno, válido y necesario. Las cosas pasan porque sí, porque tienen que pasar. Y en esas estamos, en abordar otro año, otro gran año... Espero que estéis por ahí cerca para verlo.